Se habla de la transitoriedad y del ritmo de la vida como
nociones centrales, y sostiene que el segundo divide a la humanidad en campos
diferentes. Dice que el ritmo de vida influye profundamente en el comportamiento
de las personas y que ha sido lamentablemente ignorado por la psicología y la
sociología.
En
torno a esa noción central, traza una diferencia entre los hombres del pasado
(gran mayoría de la población mundial, que vive igual que sus antepasados de
hace siglos), los hombres del presente (que habitan las sociedades
industrializadas y están moldeados por la mecanización y la instrucción en
masa, pero que conservan huellas de su pasado agrícola) y los hombres del
futuro: ínfima parte de la población que vive y trabaja en los centros
principales de cambio tecnológico y cultural (desde luego, en Norteamérica) y
que tienen como principal característica el haberse ya adaptado a un ritmo de
vida acelerado, además de ser más ricos, estar más instruidos y vivir más tiempo.
Según el autor, son los que sin saberlo viven como la mayoría vivirá en el
futuro; son los primeros ciudadanos de lo que él llama la sociedad
superindustrial mundial, que se caracteriza por un ritmo de aceleración muy
superior al de las sociedades industriales.
Lo
que Toffler sugiere es que el individuo que es capaz de comprender que en el
mundo que lo rodea las cosas se mueven más aprisa compensa, automática e
inconscientemente, la comprensión del tiempo. Al prever que las situaciones
durarán menos, es menos incauto que las personas con expectativas de duración
inmutables, que no ha previsto el acortamiento en la duración de situaciones.
Por
eso sostiene que el ritmo de la vida es una variable psi de importancia crucial
en la actualidad. Pues cuando el cambio de la sociedad exterior era lento, esa
variable podía ser ignorada por el hombre. Pero el impulso acelerador altera la
cuestión, pues es a través del ritmo acelerado de la vida que la creciente
velocidad del cambio científico, tecnológico y social se hace sentir en la vida
del individuo. En gran parte, el comportamiento humano estaría motivado por la
atracción o repulsión del ritmo vital, impuesto al individuo por la sociedad de
la que forma parte. El autor opina que la educación y la psicología deberían
ocuparse de preparar a los individuos para representar papeles fructíferos en
una sociedad superindustrial.
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