Usamos contraseñas aleatorias que, además, son muy largas, difíciles de adivinar y cambiamos cada cierto tiempo. En el correo y todos los servicios que lo soportan tenemos activada la verificación en dos pasos. Tenemos cuidado con las páginas a las que entramos y revisamos nuestros ordenadores periódicamente para comprobar que no está infectado. Con todas estas medidas, puede que nos creamos "intocables" en el mundo digital, pero no nos podemos olvidar de una cosa: tú eres tan sólo un eslabón de la cadena.
Que el usuario se proteja al máximo para evitar posibles disgustos es algo necesario y recomendable, pero al final puede no servir de nada si otro eslabón más débil acaba sucumbiendo ante atacantes que saben muy bien lo que buscas. Ya lo hemos visto en el caso de Ashley Madison con la publicación, de la información personal (nombres, direcciones, correos y otros datos) de la mayoría de sus usuarios. Usuarios que se registraron allí para engañar a sus parejas (o, al menos, tantearlo).
Que el usuario se proteja al máximo para evitar posibles disgustos es algo necesario y recomendable, pero al final puede no servir de nada si otro eslabón más débil acaba sucumbiendo ante atacantes que saben muy bien lo que buscas. Ya lo hemos visto en el reciente caso de Ashley Madison con la publicación, hace unas horas, de la información personal (nombres, direcciones, correos y otros datos) de la mayoría de sus usuarios. Usuarios que se registraron allí para engañar a sus parejas (o, al menos, tantearlo).
La alarma saltó el día 20 de julio del 2015. Un grupo de hackers, autodenominado ¨The Impact Team¨, decía tener en su poder la base de datos de Ashley Madison. Este sitio web es especialmente popular y polémico por su temática: el facilitar relaciones "discretas" entre personas que ya tienen pareja. ¿Por qué? Los autores del ataque acusaban a la compañía de "engañar" a los usuarios y de cobrarles si estos querían borrar su perfil, a modo de chantaje, aunque ni siquiera pagando eliminaban los datos. Por ello, exigían que todos los sitios web de la empresa fueran borrados.
Ashley Madison no cedió a las amenazas y a tan sólo unas horas conocíamos el resultado: los datos de sus más de 32 millones de usuarios estaban en Internet, a disposición de cualquiera que quiera buscarlos y demostrar así que la web no cumplía su parte del trato.
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